La mirada a través de la ventana de la habitación tenía un reflejo triste y apagado. Era Noviembre y el frío junto a las lluvias eran protagonistas.
Los días, que duraban mucho menos que en verano, no hacían más que contribuir al paisaje que parecía más triste y solitario de lo que era ya.
Era complicado encontrar a alguna persona por las calles encharcadas, a pesar de que no era demasiado tarde.
La mirada estaba refugiada a través de los cristales contemplando absolutamente todo, o nada porque eso es lo que había.
Y desde aquella habitación, cuyos cristales estaban empañados por la lluvia, solo quedaba la soledad y la mirada reflejada de color gris oscuro,como aquella noche.

La noche era realmente triste, ninguna noche de Noviembre lo había sido tanto hasta entonces.
La luz de las farolas intentaba iluminar un poco la noche,algunas parpadeaban en un último suspiro,otras resistían y otras perecían.
Desde la habitación, la mirada continuaba contemplando lo de fuera.Los ojos grises oscuros miraban pero sin transmitir,miraban pero sin emocinar. Era una mirada auténticamente gélida,que congelaba y paralizaba a quien la viera.
La noche avanzaba, pero los primeros tímidos rayos de Sol contraatacaban a la lluvía que parecía haberse rendido fácilmente.
Los ojos despertaron, si es que en algún momento habían dormido, y miraron a través de la ventana hacia el Sol. Pero miraban más serenamente, con ganas de vivir e incluso felices. Porque en el fondo sabía que ese día llegaría, que la fe en un mañana mejor se había cumplido. Y es que no importa que llueva,que tengamos frío,que sople fuertemente el viento o que en algún momento nos sintamos solos. Simplemente debes pensar en el día más feliz de tu vida hasta ahora. Cuando lo hagas,cree en ese día, e incluso en los momentos en que las tempestades intenten llevarte por su camino. Porque todas tormentas terminan en algún momento por muy fuerte que descarguen.